domingo, 7 de septiembre de 2008

A lo internacional

Fecha: 04/09/2008

Desayuno japonés: arroz hervido, sopa de miso y unas verduritas. Me lo como como puedo: no me gusta desayunar cosas calientes y sosas. Igual debería comprar leche y cereales, ya veremos. Me pongo una camisa y cojo una corbata, pero me empiezo a quedar sin ropa. Ya preocupado por el equipaje, voy a hablar con Kurihara, que no me entiende. Me presenta a su mujer, y a base de gestos, ella me entiende por fin: mi equipaje ha llegado, está a la vuelta de la esquina. Alborozos internos mientras subo mi querida maleta y salgo de camino al centro. Como no podía ser de otro modo, me equivoco de tren y llego un cuarto de hora tarde y sin tiempo de ponerme la corbata. Por suerte, no soy el único, así que no destaco demasiado. Tras las presentaciones de los mandamases y organizadores (nuestra contacto Keiko Sato, un francés, y un japonés de los de antes, arrugado, con barbita y que se pasa el rato asintiendo exageradamente con la cabeza cuando hablan otros, como aprobando sus palabras), nos toca presentarnos a nosotros. Es una buena medida para saber quién viene para trabajar, quién para aprender, y quién para salir de fiesta. Dudo que el japonés se haya enterado, pero desde luego, yo sí. Luego nos dan un montón de papeles y algo realmente útil: una guía de mapas de Tokyo, que pienso llevar siempre encima. Cuando acabamos, un grupo quedamos en irnos a Shibuya, y allí nos encaminamos, algunos (como yo) tras meter la camisa en una bolsa y ponernos algo más cómodo.

Shibuya es un distrito comercial, con montones de tiendas de, sobre todo, ropa. Es como el centro de moda de Tokyo. Andamos, miramos, nos separamos... pierdo de vista a la gente (bien por mí) y, como me aburro, vuelvo a casa. Realmente necesitamos móviles, lo malo es que en Japón para pillar uno de contrato necesitamos una cuenta en un banco, y para eso necesitamos un permiso de residencia, y aún no tenemos nada de eso. De vuelta a casa ceno pescado rebozado, y me lo como CON PALILLOS. Toma ya. De paso, conozco a un koreano que se llama Ku, que sabe algo de inglés, y me explica algunas cosas de su país y de él: está trabajando en Sanyo desde hace unos cuantos meses, pero se irá pronto. Parece un chico simpático, espero volver a verle. Ya en mi piso, decido probar el ordenador, pero el enchufe del ordenador no entra en el adaptador que me traje. Desesperado, me voy a hablar con Kurihara, que rebusca entre todos sus artilugios y pregunta a todos los clientes para ver si encuentra algo que me sirva, sin resultado. Al final, me doy cuenta de que no entra porque el adaptador tiene un par de pestañas que no dejan que pase el enchufe. Se lo digo a Kurihara, que me trae unos alicates con los que me cargo alegremente las pestañas. ¡Éxito! Por fin tengo ordenador. Pruebo a ver si cazo alguna red inalámbrica, sin suerte, pero tengo ordenador. Para quitarme el mono, me paso un par de horas jugando, y luego me duermo.

Humor: Eufórico. Comic: McGimmick.

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