sábado, 18 de octubre de 2008

Ooru naitaa (1ª parte)

Bueno, como ya habéis visto, ayer no escribí nada. No, no me estoy aficionando a no escribir todos los días, es simplemente que ayer noche no pasé por casa.

Me explico. Tras un par de horas de clase por la mañana, tuvimos que irnos al centro (donde estudiaba antes) para una conferencia. La verdad es que fue una conferencia la mar de interesante, sobre la evolución cultural en el japonés trabajador medio. Más o menos nos vino a confirmar algunas cosas que ya sospechábamos y nos comentó otras que ni nos imaginábamos. Por ejemplo, parece ser que la razón de que el sistema educativo japonés sea tan increíblemente malo es que, tras las segunda guerra mundial, quisieron eliminar de raíz la competitividad entre japoneses, para pacificar un poco los ánimos dentro y fuera de Japón, y apañaron el programa educativo para que no hubiese ni gente mediocre ni gente brillante: sólo había gente "normal". También nos comentó algunos detalles ya conocidos sobre el racismo y la misoginia en la sociedad japonesa, así como algunos ejemplos más de la hipocresía japonesa de la que ya os he hablado otras veces, por ejemplo, empresas que dicen aceptar a cualquiera pero que sólo quieren a los de las mejores universidades, aunque estén menos preparados que gente de otras universidades de menos prestigio. En fin, una conferencia muy muy interesante, en todos los sentidos. Claro que lo chulo vino después.

Tras arreglar la distribución de mesas y sillas para una maxi-conferencia que tenemos el lunes, y que nos va a ocupar todo el día, nos quedamos unos cuantos en el centro, hablando, más que nada porque nos apetecía salir a cenar por ahí. El único plan que había era quedar al día siguiente, sábado, por la mañana, para visitar un parque con buena pinta en... no me acuerdo, en alguna parte. El caso es que le preguntamos a nuestra contacto en el centro por algún sitio donde cenar y nos dibujó un mapa con varios sitios. Los que sepáis algo de los japoneses ya sabréis lo que sigue: el mapa era dolorosamente inexacto, tanto que no encontramos ni uno de los restaurantes que nos dijo Sato-san. Total, que Alejandro se acordó de un restaurante americano en el que cenó un chuletón hacía algún tiempo, y allí que fuimos. Al final nos juntamos 7 personas: Alejandro, Rocío, Hector, Blanka, Robbie, Jakub y yo.


Después de una cena para el recuerdo, entre otras cosas por la maravillosa sensación de tener carne roja en el estómago por primera vez en más de un mes, Robbie se marchó, y los que quedamos nos fuimos a beber algo antes de irnos a nuestra casa. Un rato después Jakub se fue también, y cerca de las 11 nos marchamos también nosotros, pero pasó algo. Alguien dijo: "Me apetece hacer algo espontáneo", frase mágica que, en un ambiente adecuado, provoca respuestas del tipo: "De acuerdo, vámonos a Akihabara y pasamos la noche en un hotel cápsula". Dicho y hecho: media hora más tarde veía a mi amada Akiba de noche por primera vez.

Tras hacer reserva en el hotel cápsula, nos encaminamos a un pequeño bar-restaurante cercano, donde bebimos el tradicional sake caliente japonés y nos comimos una especie de judías que, al parecer, eran soja en estado natural. Curiosamente, sabe a una mezcla entre guisantes y habas, muy dulces.


Nos pasamos allí, hablando de lo divino y lo humano, hasta cerca de las 2 de la mañana. El plan, os lo cuento por adelantado, era irnos por la mañana, a primera hora, a la lonja de Tokyo, visitarla, y comer el típico arroz con pescado crudo. En fin, que nos fuimos al hotel cápsula, algunos nos pegamos una ducha en un típico baño japonés, de esos con asientos frente a los grifos, y luego nos echamos a dormir tras poner el despertador a las 5 de la mañana.

(Continuará...)


Humor: Muy, muy entusiasta. Un color: blanco con lazo rosa (no hagáis chistes).

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