jueves, 13 de noviembre de 2008

Shimane (3ª parte)

A la mañana siguiente nos despertamos (es un decir), desayunamos (también es un decir: llevo aquí dos meses y aún no trago los desayunos japoneses) y nos fuimos a seguir haciendo el turista. Esa mañana tocaba visitar una casa tradicional japonesa, antes de ir a ver a nuestros "padres".

Al parecer, la casa en cuestión era muy famosa por la gente que vivió en ella y por la pasta que se gastaron en mantenerla. De hecho, la casa pasó a propiedad del estado porque los dueños ya no podían costearla, y desde entonces se ha quedado como exhibición de lo que es una casa tradicional japonesa, con sus jardines y tal. Tenía algunas cosas muy curiosas, como un extraño sistema de protección contra incendios: una viga de bambú que sujetaba el techo, hecha de manera que, ante un incendio, la viga se "encoja", dejando caer el techo sobre el incendio y extinguiéndolo. Curioso, ¿verdad?




Después de esta pequeña perla de cultura japonesa, nos llevaron a un lugar con un escenario con sillas, en el que nos sentamos todos para mirar de frente a las que serían nuestras familias durante el resto del día. Nos fueron llamando uno a uno, y conforme nos llamaban nos levantábamos y saludábamos con la mano. Creo que, cuando acabe el año, seguiré sin saber si los japoneses son realmente así de infantiles o si nos hacen hacer estas tonterías para reírse de nosotros. En fin, Filippo y yo nos fuimos con nuestra mamá japonesa y, tras un pequeño discurso, nos fuimos en coche hasta su casa.

Resulta que nuestra familia acogió a dos personas por una razón en concreto: tenían más pasta que un restaurante italiano. Luego me enteraría de que el marido de la señora era algo así como el gobernador de la ciudad, lo que explica que tengan una casa enorme con jardines y chófer particular justo enfrente del mismísimo castillo de Matsue.

Nada más llegar y deshacer nuestro equipaje, nos sentamos junto a la señora y el marido para trazar un plan de ataque a la ciudad: estaba lloviendo, así que decidimos que esa tarde la dedicaríamos a sitios lejanos en los que ir en coche, y la mañana siguiente al castillo, que lo teníamos frente a casa. Mirando un folleto que nos dieron, Filippo vio un edificio que le gustó: el museo de arte. Qué le vamos a hacer: el hombre es arquitecto, así que esas cosas le gustan. Decidimos pasarnos a verlo después hacia el final de la tarde. Tras decidir el plan de ataque, nos fuimos a comer, pero en el camino paramos en dos lugares: una antigua casa de samurais, y la casa de Lafcadio Hearn, uno de los primeros escritores europeos que dio a conocer Japón al mundo.

Tras una buena comida nos fuimos al museo de arte moderno de Matsue. Sinceramente, para ser la primera vez que visito un museo de arte, me ha encantado. Esperaba encontrarme arte de ese abstracto, manchurrones de pintura y cubos de colores, pero en lugar de eso me encontré con caricaturas, paisajes, retratos, todo maravillas. Hubo algunos cuadros que realmente me encantaron, como los de Yoshio Hayashi, dibujos infantiles preciosos. Además, el museo estaba rodeado de un jardín muy chulo.



Tras eso nos fuimos al museo que quería ver Filippo. Tras dar algunas vueltas por los alrededores, nos encontramos de casualidad con un concierto de jazz. Hacía mucho frío, por lo que Filippo y la señora se volvieron a casa, pero los que me conozcáis sabréis que puedo llegar a congelarme por oir jazz, y eso hice. Bueno, exagero: no hacía tanto frío, pero sí es cierto que el concierto casi se canceló por culpa del mal tiempo. De hecho iba a durar varias horas, pero se quedó en una hora sólo. Aún así, disfruté cada segundo.


(continuará)

Humor del momento: madre mía, "feliz" es quedarse corto. Un instrumento: el contrabajo (¡Quiero uno!)

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