martes, 11 de noviembre de 2008

Shimane (1ª parte)

Bueno, si ayer no escribí fue porque tuve que hacer un par de cosas... una semana de deberes y de ropa para lavar, para empezar. Aprovechando que durante la semana no suele pasar nada, y que durante el viaje pasaron más cosas que en un mes entero de clases normales, voy a dedicar esta semana a explicar todo lo que pasó en el viaje a Shimane.

Para empezar, la salida. La idea era reunirnos todos en el aeropuerto de Haneda sobre las 9:30, para salir a las 11. Os voy a sorprender un poco: en Japón, y para los vuelos domésticos, no hay problemas en llevar líquidos y comida encima. Al menos en eso son un poco más inteligentes que los europeos y americanos. Aprovechando eso, nos llevamos la comida puesta, para tener algo que hacer en el avión.



El vuelo llegó a Shimane, más concretamente a Izumo, sobre las 12:30, desde donde nos fuimos a hacer el turista. Lo primero que vimos fue el museo de historia antigua de Izumo. ¿Qué os voy a contar? Un museo es un museo, lo mires por donde lo mires, ¿verdad? Naaah, aquí siempre hay sorpresas. Para empezar, el museo tenía, además de lo típico (campanas y espadas antiguas: tened en cuenta que Izumo es una zona importante por sus templos), tenían un par de cosas interesantes: unos jardines gigantescos, y una sala dedicada a los templos antiguos, en particular a un tipo de templo que, si entendí correctamente, no es más que un mito: una especie de casita en lo alto de una escalera larguísima, a veces con un ángulo de inclinación realmente suicida de unos 60º. Ah, y esta gente es rara hasta para los museos: en lugar de tener un guía que te explique las cosas en inglés, nos dieron una guía electrónica con unos auriculares. El caso es que la guía electrónica tenía un nosequé raro, como si me sonara de algo...



Después del museo, nos volvimos a subir al bus para irnos a uno de los templos más importantes de la zona: el Izumo Taisha. Allí nos enseñaron el templo, y nos hicieron el honor (no es ironía, os lo aseguro) de permitirnos asistir a una de las ceremonias. Trataré de explicarla: primero un par de monjes empiezan a tocar un tambor enorme y una flauta para darle la bienvenida al monje y a la miko (sacerdotisa). Cuando suben al escenario, la miko se sienta y el monje se acerca a uno de los dos palos con papeles colgando que hay sobre el escenario. Siento mucho no poder enseñaros fotos, pero estaban prohibidas. El caso es que, ante el primer palo con papeles, suelta un pequeño discurso, creo que rogando por cosas importantes a los dioses. Luego coge el palo y lo agita. Después se va ante el segundo palo, y nombra a TODOS Y CADA UNO de los que están presentes en la ceremonia. A nosotros, como somos la tira y nuestros nombres no es que sean fáciles, nos metió a todos en un sólo saco: miembros del programa Vulcanus venidos del centro para la cooperación europea. Os lo juro: cuando escuchamos el nombrecito del centro en japonés (algún día os lo escribiré, que tiene miga), nos quedamos helados. Bueno, pues el hombre siguió nombrando a todos los presentes, con edad y profesión, y luego repitió lo de agitar el palo. Luego se sentó mientras la sacerdotisa bailaba para agradar a los dioses, y así terminó la ceremonia. Al final, sacaron a dos de los asistentes (uno de la Vulcanus) para ofrecer unas plantas a los dioses, y nos dieron un vasito de sake, que algunos se llevaron de recuerdo. Si llego a saber que se podía llevar no hubiera devuelto el mío, caramba. En fin, luego nos enseñaron el templo por fuera, donde vimos algunas cosas muy chulas...




(continuará)

Humor del momento: relajado e importante a partes iguales. Un instrumento: la flauta (¡quiero una!)

No hay comentarios: