viernes, 14 de noviembre de 2008

Shimane (4ª parte)

Tras volver a casa, pasamos el resto de la noche conversando con nuestros anfitriones. Como nos quedábamos sin tema de conversación (resulta un poco difícil sacar nuevos temas cuando no sabes nada acerca de la otra persona y, encima, lo que sabes no tienes palabras para expresarlo) pusimos la tele y comentábamos las cosas que veíamos. En un cierto momento el marido mencionó el Go, y como no puedo resistirme, le invité a jugar una partida. Para los que no sepáis lo que es, el Go es un juego de tablero parecido al ajedrez, mucho más fácil de jugar, en el que hay que rodear territorio con piedras de tu color para ganar. Normalmente, cuando un jugador experimentado juega contra otro de nivel más bajo, le da dos o tres piedras de ventaja. A mí me dio cinco. Y me machacó. Sonora y dolorosamente. Eso sí, me encantó jugar contra él en un tablero de verdad y con piedras de verdad.



La noche la pasamos la mar de bien, en futones calentitos y blanditos, y a la mañana siguiente, y tras un desayuno europeo por el que nunca podré estarle lo bastante agradecido a la señora (ya me imaginaba el típico desayuno japonés con miso y rollitos de repollo) nos fuimos a visitar el castillo de Matsue. Estaba la parte de fuera, con sus jardines, y el edificio en sí, convertido en museo por dentro. Paso de hablar: vedlo vosotros.





Cuando acabamos ahí ya era hora de ir a la recepción de despedida, donde tuvimos comida europea y japonesa, mucho agasajo, y algo gracioso. Resulta que los japoneses, cuando se organiza una despedida de este tipo, tienen por costumbre ofrecer un pequeño espectáculo, y a nosotros nos pidieron que preparáramos algo. Formamos por nuestra cuenta tres grupos (españoles, italianos y polacos: el resto se metieron donde pudieron) y cada uno preparó algo. Primero entraron los polacos, cantando una canción popular "a capella" porque se olvidaron de llevarse la música. Muy chula. Luego entramos nosotros, portando una de las perlas más grandes (aunque no por ello más bonitas) que ha parido España: la Macarena. Sí, señores: nos pusimos a bailar la Macarena delante de más de 50 japoneses. Como el baile no requiere precisamente mucho ensayo, a nuestro grupo se sumaron franceses, alemán y húngara. Después subieron al estrado los italianos, que se pusieron a cantar el "Felicitá". Qué queréis, relajados como estábamos todos por haber hecho lo nuestro, al final nos subimos todos al escenario a cantarla con ellos. Claro, la letra no la sabíamos, pero se improvisa y queda hasta bien.

Después le tocó el turno a los japos, que nos pusieron delante una muestra de cultura milenaria: una pequeña obra de teatro en la que un guerrero salva a una chica de las garras de un dragón. Mejor me callo el resto.




Tras una sentida despedida nos fuimos al aeropuerto, descansamos durante el viaje de vuelta, y a la llegada, mientras algunos afortunados se iban a sus casas a ordenar ideas, los españoles nos fuimos a ver a Juanca y Sofi, que habían venido a vernos. La carrera que nos pegamos, con su trecho bajo la lluvia incluido, fue para el recuerdo, pero llegamos. Y mereció la pena, vaya que sí: jamón, tortilla de patatas, tomates, aceitunas, gazpacho, empanadillas, sobrasada, crema catalana, queso, y unos churros con chocolate que ni siquiera llegué a probar. Vale, también estuvo bien lo de ver a los Reyes, aunque eché de menos el "me llena de orgullo y satisfacción" porque no hubo ocasión para ello: el tema de la noche fueron los dos soldados españoles fallecidos en Afganistán.

Cuando los reyes bajaron del estrado, no pudimos menos que acercarnos a saludar: empujamos a Alberto, nuestro líder, hasta Juanca, nos presentamos y le dimos la mano. Como estaba demasiado ocupado no pudimos hablar, pero luego nos fuimos a ver a Sofi, y estuvimos un rato hablando con ella. Le contamos lo de nuestra beca, algún que otro chiste, lo normal. ¿Mi impresión? Juan Carlos está agotado, y no es para menos, pero Sofía está hecha una colegiala.




Bueno, hasta aquí el viaje a Shimane. Me ha llevado una semana poder contar lo que pasó esos dos días, pero realmente ha sido lo mejor que hemos hecho desde que llegamos a Japón. Sólo espero tener ocasión de repetir la experiencia en algún momento durante este año.

Humor del momento: pletórico. Una bebida: el granizado de frambuesas (¡Quiero otro!)

3 comentarios:

Miriam dijo...

Impresionante todo lo que explicas! Vaya envidia (sana) que me dás!
Una pregunta: hablabáis en japonés con vuestros anfitriones en Shimane? Según explicas hablásteis mucho, si es así menudo nivel teneis ya, no?!

Un abrazo

Anónimo dijo...

buah, cuanto por leer, que pereza xD

Arreis O'Neil dijo...

Shinigami: hablar, hablábamos en japonés, claro, pero usando palabras sencillas. De vez en cuando recurríamos al inglés, cuando no quedaba otro remedio, pero intentábamos reducirlo al mínimo.

Beíta: Qué quieres que le haga, si no suelto todo este rollo no acabo de explicar el viaje hasta el año que viene :P Gomennasai...