domingo, 30 de agosto de 2009

Es el final de una era...

Bueno, pues ya está. Desde ayer estoy de vuelta en mi casa de España, tras una fiesta de despedida muy sentida con todos mis compañeros, un viaje de 12 horas hasta Munich, seguido de algunas despedidas más con los 3 otros Vulcanus con los que compartí avión, otro vuelo hasta Madrid, donde pasé la noche, y un último trayecto de 5 horas de tren. Cuesta creer que no vaya a volver a Japón, al menos por ahora. Cuesta hacerse a la idea de que vuelvo a estar en casa, o en la que era mi casa antes de irme. A lo largo de este año me han pasado muchas cosas, buenas y malas; he conocido a mucha gente; he vivido muchas experiencias... y no me arrepiento de uno solo de los momentos que he pasado en Japón. Si pudiera volver al pasado y alguien me contara lo que iba a vivir en Japón durante este año, no habría cambiado ninguna de mis decisiones. No diré que ha sido el mejor año de mi vida, ni el mejor viaje de mi vida, pero sí puedo decir que ha sido la experiencia más enriquecedora de mi vida. He cambiado mucho como persona (todo a mejor, me gustaría pensar), y creo que todo lo que he aprendido lo podré poner en práctica durante el resto de mi vida.

La misión de este blog era servir de reflejo de mis experiencias durante este año. Por eso, éste es mi último post. Se ha cerrado el círculo, y como prueba queda aquí el registro de mi día a día en Japón durante este último año. Acabaré con un consejo a todos los que alguna vez hayan leído este blog y a todos los que lo lean.

Aprovechad las oportunidades que se os ofrecen.

No todo el mundo tiene la oportunidad de hacer algo como esto. Tampoco es necesario. En nuestro día a día se nos ofrecen infinidad de oportunidades para cambiar nuestra vida, un poco, mucho o por completo. No las desaprovechéis. No os rindáis a la rutina. No os dejéis llevar. No digo que luchéis hasta que el cuerpo caiga, pero sí digo que las oportunidades están ahí, para vosotros, para quien las desee.

Éste es mi último post en este blog. Un abrazo a todos, amigos, y sed felices.

Humor: Satisfecho. Una nacionalidad: Ciudadano del mundo.

viernes, 28 de agosto de 2009

Tema 9: cosas inútiles

En la última entrada de esta serie, voy a dedicarme a enumerar un puñado de cosas que no entran en ningún sitio, pero que resultan curiosas a ojos occidentales. Curiosas o, más bien, chocantes, porque son cosas que aparentemente no sirven para nada.

- Jabón. En los cuartos de baño de Japón no vais a encontrar pastillas de jabón, salvo en muy raras ocasiones (en un año, he encontrado un solo lavabo público con jabón de esta clase). Aquí lo normal es encontrar jabón líquido o en espuma. El jabón líquido no es el jabón espeso que conocéis, sino, literalmente, agua jabonosa. En los sitios sin demasiados recursos, hasta me he encontrado dispensadores llenos de agua con una pastilla de jabón dentro. El jabón en espuma es aún más inútil para lavarse las manos que el líquido, y a veces tengo que echarme hasta 20 raciones de espuma hasta que tengo una mínima sensación de limpieza.


- Guardias en los pasos de cebra. Puede que ya os haya hablado de ellos, pero es que están por todas partes: guardias cuya única función es parar los coches cuando el semáforo esté rojo y a los peatones cuando esté verde. En términos informáticos, es un sistema redundante de seguridad. En términos lógicos, es un tremendo desperdicio de personal, porque a la inutilidad de la función hay que sumar que a veces hay 2, 3 o hasta 4 personas regulando cada paso de cebra. En términos humanos, sin embargo, resulta comprensible: es un puesto de trabajo más en un país superpoblado.


- Patrullas de seguridad e higiene. Esto sólo lo he visto en mi empresa, pero otra gente me ha dicho que en sus empresas hay cosas parecidas. Hay una serie de personas designadas a la patrulla de higiene, que cada cierto tiempo se pasean por el departamento tomando nota de cosas que no están en su sitio y quedan feas. También hay una patrulla de seguridad que comprueba que no haya cables por el suelo ni cosas que se puedan caer de las mesas. Vamos, todas esas cosas que, en principio, debería cuidar cada uno por su cuenta, pero que aquí parece ser que necesitan una patrulla.

- Encargado de amabilidad. Esto también lo he visto solo en mi empresa, pero es posiblemente lo más fuerte que he visto por aquí. Hay una persona, uno de los encargados de sección por más señas, que cada semana comenta una práctica de amabilidad en el departamento. "El tema de esta semana es 'saludos'. Por favor, aseguraos de saludar a vuestros compañeros cuando entréis y salgáis de la oficina". Ah, y no es solo cosa del departamento: hay avisos sobre el tema sonando por megafonía todos los días. Da que pensar: ¿son los japoneses tan maleducados que necesitan que alguien les recuerde todos los días que digan "por favor" y "gracias" como si fueran niños? La verdad, he tratado con muchos japoneses, y (fuera de Tokyo) no me ha dado la impresión de que ninguno fuera tan maleducado como para necesitar este tipo de "refuerzos". Parece que la empresa tiene estándares más estrictos que yo.

Humor: Muy, muy agridulce. Una cosa sobre la que no voy a hablar: El "Engrish". Podría llenar un libro con lo que me he encontrado sobre el tema.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Se me echa el tiempo encima...

Sí, me estoy pasando de posts estos días, poniendo dos seguidos. Es lo que pasa cuando uno ve que se queda sin días para postear. Pero tranquilos, de la serie de posts sobre la forma de ser japonesa ya sólo me queda uno, y si puedo lo pondré mañana, a alguna hora. Y es que si no lo pongo mañana no lo podré poner estando en Japón, porque pasado mañana me vuelvo.

Un año ya...

Qué sensación tan rara. Por un lado se me ha pasado volado, pero por otro lado he hecho tantísimas cosas, he conocido a tanta gente y he ido a tantísimos sitios, que me da la impresión de que llevo aquí tres en lugar de uno. Ah, y no os lo perdáis: hay alguien de la UPCT (mi universidad, para los que no lo sepan) que viene a relevarme este año que viene. A ver si hacemos costumbre...

Otro detalle: hace poco hice un pequeño viaje, de un par de días, por un par de ciudades que quería visitar. No me da tiempo a explicarlo en un post, y no me voy a molestar en hacerlo, pero quedaos con un solo detalle: en esos dos días, me encontré a cerca de 20 españoles, y 3 cuartas partes eran de Barcelona. ¿Qué os ha dado a los barceloneses con Japón estas fechas? ¿Tanto os aburre vuestra ciudad? Bueno, por si alguno llega a leer esto algún día, me alegré mucho de conoceros, particularmente a los 4 de Takayama.

En fin, lo dicho: mañana intentaré poner la última parte (ésta viene con fotos), y el siguiente (y último) post lo haré desde España, para cerrar el círculo. Hasta entonces, un abrazo a todos.

Humor: sigo con sueño, pero voy a aguantarme un poco más. Un juego: Chrono Trigger.

Tema 8: la basura

Japón es uno de los países más concienciados con el medio ambiente del mundo. Además, irónicamente, también es uno de los países más contaminantes del mundo.

Me explico. A día de hoy, en cualquier empresa japonesa (la mía entre ellas) podemos encontrar algún plan para generar menos basura: reutilizar papeles que se han impreso por una sola cara, separar la basura para reciclar, no abusar del aire acondicionado, motivar el uso del transporte público... Todas buenas iniciativas que deberían ayudar a que el país funcione mejor en términos medioambientales. Lo malo es que todas estas iniciativas se quedan no cortas, si no minúsculas, en comparación con la generación de basura del japonés medio.

Digamos que voy al supermercado, y compro un par de manzanas, unas croquetas, una bolsa de galletas y un paquete de pilas recargables. Cuando llego a casa, tengo exactamente 4 bolsas de plástico, unos palillos de madera, un sobre de papel, dos bandejas de plástico, dos trozos de papel, dos envoltorios de plástico y un número indeterminado de sobrecitos, además de lo que he mencionado antes. ¿Por qué? Las pilas vienen en un envoltorio de plástico duro, el cual viene envuelto por un trozo de cartón con el nombre del producto, sujeto por otro envoltorio de plástico para que no se caiga. Las croquetas vienen en una bandeja de plástico, y como están precocinadas y algo calientes, la dependienta las mete en una bolsita de plástico aparte, igual que las manzanas, que van en otra bolsa. Las galletas no van metidas en un paquete, sino envueltas de dos en dos en bolsitas de plástico, todas ellas puestas sobre una bandeja que va metida dentro de otra bolsa. Y finalmente, todo eso se mete en una bolsa grande, junto con unos palillos desechables envueltos en papel, para que me pueda comer las croquetas. Y el recibo.

Yo me considero una persona bastante ecológica. Reciclo, ahorro agua y papel, y trato de no comprar cosas que generen mucha basura... pero aquí, a veces, es imposible. Incluso he tratado de ir con mi propia bolsa a comprar, y en algunas tiendas te obligan a usar sus propias bolsas, por política de empresa. El resultado es que he acabado yendo a todas partes no solo con mi propia bolsa, sino con una pequeña colección de bolsas de las tiendas que te obligan a usar las suyas propias. Y aún así, lleno una bolsa de basura de plástico cada 2 días. Sinceramente, no tengo ni idea de qué hacen con toda la basura que generan, y me da miedo preguntarlo.

Humor: el mismo del post anterior. Una película: "El séptimo sello", de Ingmar Bergman.

Tema 7: el idioma

Hasta ahora, sobre el idioma de Japón mucho no he hablado. Interesante, por eso un poco quiero hablar. Con respecto a este texto, del idioma japonés estructura gramatical parecida es. Por supuesto, sobre caracteres chinos intención de hablar no hay. Además, mientras escribo licencias tomo. Si no hago, increíblemente leedifícilmente se convierte.

Con respecto al idioma japonés, más que un poco no comprendo. Pero, no complicado. Con respecto a las cosas complicadas, lenguaje de respeto es. Lenguaje de respeto nada comprendo. De vez en cuando, lenguaje de respeto a escuchar paro, y significado rara vez tiene creo. Increíblemente larga frase, pero pequeño significado hay. Por eso, gran odio es.

Bueno, suficiente. Creo que ya tenéis una ligera idea de cómo está estructurado el lenguaje japonés, y de cómo hay que pensar para hablarlo, pero hay más, mucho más. Para empezar, algo que me lleva por la calle de la amargura: no hay plurales. Puede no parecer una gran inconveniente, y de hecho normalmente no lo es, porque se suele saber por el contexto, pero hay veces que, probablemente por mi falta de experiencia, sí es un problema. De hecho, esa frase es un buen ejemplo: en japonés, las frases "tengo un problema", "tiene problemas", "tenemos problemas" y "tienen un problema", por ejemplo, se dicen todas igual, y si no tienes mucha idea de la situación particular por la que tu interlocutor o la(s) persona(s) de las que está hablando están pasando, resulta muy difícil coger el significado. Una situación que se me ha presentado a veces es cuando quiero preguntarle varias cosas a mi jefe. No puedo decirle "hay algunas cosas que no entiendo", tengo que decirle "hay cosa que no entiendo", y muchas veces me soluciona la primera pregunta y se va, y tengo que pararle para decirle que aún hay más cosas.

Otro tema gracioso son los verbos. Normalmente, los japoneses tienen dos formas para la mayoría de los verbos: una normal (comer, escribir, cambiar) y otra con el verbo "hacer" (hacer comida, hacer escritura, hacer cambio). Ambas formas tienen el mismo significado (más o menos), la diferencia es que la forma "hacer" es algo más fina, y a veces la única que se entiende, porque hay muchos verbos que se dicen igual, pero no tantos verbos "hacer" que se digan igual. Por ejemplo, los verbos "volver", "devolver" y "cambiar" (y, como nota exótica, la palabra "rana") se dicen igual: kaeru. Sin embargo, las formas "hacer" de todos esos verbos son diferentes, con lo que a los japoneses les resulta más fácil entender "he hecho un cambio a esto" que "he cambiado esto".

En último, sobre katakana quiero hablar. En idioma japonés, gente tex escribe, persocón utiliza, arbait hacen, televi ven, jamburguer comen y merri crismas dicen, cosas hacen. En el momento de volver a casa del salariman, de Mozar música escucha mientras fraipoteito come. Después, en el dividí película ve, chisqueic come y para dormir en la bed se mete. Descanse honorablemente, por favor.

Humor: deseando meterme en la cama. Un número: el 574.

domingo, 23 de agosto de 2009

Tema 6: los sonidos

Hoy en día, resulta difícil encontrar sitios silenciosos. A menos que vivas en un pueblo, o una ciudad muy pequeña, lo normal va a ser que, en ciertos momentos del día, vas a tener un concierto de uno u otro tipo resonándote en la oreja, ya sea por el centro comercial de la esquina o por los varios centenares de coches que salen del trabajo a tal hora. Japón no es diferente en eso. Es diferente en el tipo de sonidos que se oyen.

Como ya he dicho antes, Tokyo no es Japón. Cuando vas andando por las calles de Tokyo, te puedes encontrar con dos tipos de sonidos, dependiendo de por dónde vayas andando. Si es una zona comercial, lo normal es oir música y gritos de gente con megáfonos anunciando las mercancías de sus tiendas. Pero en lugar de eso, vayamos a una zona más normal, con casas y oficinas. Aquí lo raro no es lo que se oye, sino lo que no se oye: voces. No es que haya silencio, pero es extrañísima la poca cantidad de gente que va hablando por la calle. Incluso las parejas suelen ir andando sin decir ni palabra, o hablando muy bajito.

En el resto de Japón (o, lo que es lo mismo en mi caso, en Osaka), esto no es así, porque la gente habla por la calle de forma normal, pero aún así, hay muchos sonidos que chocan. El primer ejemplo que me viene a la cabeza es el supermercado. Ya he dicho que es muy común encontrarse con gente cuyo trabajo es plantarse ante una tienda e invitar a la gente a que pase a voz en grito, pero ¿qué pasa cuando no te puedes permitir algo así? Pones una grabación. 30 segundos de grabación, un minuto a lo sumo, repitiéndose durante todo el día en un rincón de la tienda, con una voz monótona (o no tanto) hablando de las maravillas de tal producto, o de la tienda en general. Yo hace ya tiempo que me da pánico acercarme a la esquina del sushi de mi supermercado, porque el bucle de 30 segundos del tío hablando de las ofertas de sushi me crispa los nervios, y eso que solo me paso allí unos minutos. No quiero ni imaginarme lo que tiene que ser trabajar allí, y escuchar la misma cháchara durante toda tu jornada laboral, todos los días. Me viene a la cabeza la imagen de un cerebro derretido como mecanismo de autodefensa.

Hay otros sonidos que no son tan cansinos, pero que sorprenden. Por ejemplo, las escaleras mecánicas que te dicen que tengas cuidado al entrar o salir, y a veces te informan amablemente de adónde van ("van... hacia arriba"). O los autobuses que no te dicen por qué parada vas pero te avisan de que la puerta se va a cerrar. O el "Himno a la Alegría", que se oye en todas las tiendas y colegios de Japón cuando los están cerrando, en plan "les rogamos amablemente que se vuelvan a sus casas". O los pájaros que se oyen en las estaciones de metro. Un amigo me comentó que ponen ese sonido para que los trabajadores no se vuelvan locos cuando hay silencio, pero no sé qué es peor: eso, o escuchar el mismo "piopio" cada 10 segundos. Porque no son varios sonidos: es uno solo que se repite periódicamente. Una vez más, da la impresión de que un japonés vio esto en otro sitio, dijo "es una buena idea", pero al replicar el sistema no entendió en absoluto el objetivo final.

Por último, no todos los sonidos típicos de aquí son grabaciones. En todo tipo de tiendas es normal que cada cierto tiempo un empleado cualquiera coja un micro y se ponga a hablar de sus ofertas, productos y demás por megafonía, a veces incluso desatendiendo sus obligaciones, durante varios minutos. Una vez tuve que esperar durante casi un minuto a que la cajera de una librería acabara su perorata hasta que me pudo cobrar. ¿Le darán un bonus a fin de mes al que hable durante más tiempo?

Humor: lo dicho, con prisas. Si es que no tengo remedio... Una película: "Cantando bajo la lluvia".

Tema 5: buena educación

Cada país tiene ciertas costumbres que se consideran de buena y de mala educación. A menudo estas costumbres son directamente opuestas entre países, pero siempre se pueden encontrar razones para que alguien piense que hacer tal cosa es lo correcto. Tomemos por ejemplo los eructos tras la comida. Un español puede pensar que está mal, porque resuena mucho y a veces huele mal, mientras que un indio puede pensar que está bien, porque se expulsan gases innecesarios del cuerpo y señala que la comida te ha sentado bien. No pienso meterme ni con una forma de pensar ni con otra, pero hay una costumbre japonesa en particular que me llama mucho la atención: los mocos. Cuando un español tiene la nariz cargada, se saca un pañuelo y se suena. Normal, ¿no? Coges un puñado de cosas que el cuerpo no necesita y las expulsas. En Japón sonarse la nariz está muy mal visto, y por eso (ojo al dato) lo habitual es sorberlos. Y en invierno, época de resfriados de nariz, es espantosamente habitual oír todo un concierto de personas disfrutando de sus propias narices en medio del metro. Vale, igual exagero un poco: esto solo lo he visto en Tokyo. En Osaka la gente usa los pañuelos de forma más habitual, pero en Tokyo... en serio, no se me ocurre una razón mejor para ir con los auriculares puestos todo el día.

Pero hay más costumbres curiosas. Por ejemplo, hay una cierta rivalidad entre chinos y japoneses acerca de cual es la mejor forma de comer. Los japoneses sostienen el plato (cuenco, normalmente) de comida con una mano junto a su boca mientras comen, y consideran de mala educación comer con el cuenco sobre la mesa, mientras que los chinos ven muy mal lo de levantar los platos, y dicen que eso es "comer como los pobres". Históricamente, la razón es que en Japón hubo mucha escasez de comida, tiempo durante el cual comerse hasta el último grano de arroz era lo más lógico y correcto. Sinceramente, puedo ver sentido en ambas posturas, pero teniendo en cuenta cómo se come en Japón (con palillos), veo muy buena idea acercar el plato lo más posible a la boca, por si se te caen las cosas.

Humor: con prisas, como buen español. Una canción: "Mi Tierra", de Nino Bravo.

domingo, 16 de agosto de 2009

Tema 4: la comida

No voy a hablar de la comida japonesa en general, sino de algunas cosas particulares de su cocina. Lo primero y principal: el desayuno. Llamadme anticuado, pero para mí el desayuno es una comida realmente importante, y en mi caso particular más aún porque no me gusta el café. Sí, lo sé, un milagro: alguien que ha salido vivo de la universidad sin beber café. El caso es que yo me despierto con azúcar en lugar de con cafeína, y eso choca de frente con los japoneses. ¿La razón? Aquí no les gusta mucho el azúcar. Los desayunos japoneses consisten en un cuenco de arroz blanco, a veces cubierto de unos copos deshidratados de huevo o pescado; un cuenco de sopa de miso, de la que hablaré más adelante; y algo más. Ese "algo más" puede ser un pedazo de pescado frío, un huevo crudo, unas verduras no identificables, o un cuenco de algo llamado "natto", que vienen a ser judías fermentadas con un olor y un sabor extremadamente fuertes, y una consistencia muy muy asquerosa. Ah, ¿el miso? Lo mismo: soja fermentada, pero en forma de sopa. El sabor es un poco raro, aunque es comestible. Pero no en un desayuno.


¿Y los dulces? El dulce más típico de Japón es el anko, una pasta de judías rojas (¿empezáis a ver un cierto patrón?). No está malo. De hecho, está muy bueno, sobre todo metido en un bollo caliente, pero resulta curioso que casi nunca se ve a adultos comiendo algo como esto. La única situación en la que he visto a adultos comer dulces es durante el té, y eso es porque el té japonés es muy muy amargo, y se suele acompañar de dulces diseñados especialmente para acompañar al té. El resto de los dulces se asocian a los niños, y parece ser queda mal que un adulto coma cosas "para niños". A las mujeres se les perdona porque, en la sociedad japonesa, las mujeres tienen que ser "monas", y no hay nada más mono que una mujer comportándose como una niña.


Ah, un detalle más (parezco Colombo). Cuando pasas por delante de un restaurante japonés te puedes encontrar con un cartel con fotos de los platos, algo parecido a lo que nos encontramos en España, pero lo normal no es eso. Lo normal es encontrarse con un escaparate de platos hechos de cera, representaciones fieles de lo que te vas a encontrar en tu plato. En serio, hay un negocio tremendo alrededor de los platos artificiales (he dicho cera por decir algo, pero no es cera: es más bien una especie de silicona). De hecho, encontrarse con estos platos delante de un restaurante es tan normal, que los que no se lo pueden permitir (por falta de recursos o porque cambian muy a menudo de menú) lo que hacen es poner los platos de verdad. En el comedor de mi empresa, por ejemplo, tienen cada día un escaparate diferente con los platos que tocan, y son platos de verdad, que supongo que tirarán después a la basura. También me los he encontrado en la calle, y como yo soy muy tocón, van ya varias veces que meto la mano en un cuenco de sopa pensando "hay que ver, qué bien hecho que está".


Humor: Necesito un cambio. Un juego: Brain Dead 13.

And now for something completely different...

viernes, 14 de agosto de 2009

Tema 3: las tiendas

En España, cuando se entra en una tienda, uno normalmente tiene un cierto camino que seguir. Entras por un lado, coges lo que quieras, y para salir tienes que pasar por caja. En Japón no. Nada más entrar en un supermercado te das cuenta de que falla algo. "¿Y si cojo la fruta, que está al lado de la puerta, y salgo por donde he entrado?" Sinceramente, en un día de mucho lío, dudo mucho que nadie te prestase atención, y aunque alguien lo hiciera, probablemente pensaría que tienes una buena razón para hacerlo. Y no pasa solo en los supermercados: tiendas de electrónica, de libros y de juegos exponen su mercancía en la calle, lista para que cualquier desaprensivo (dejad de mirarme así, por favor) se la lleve. En serio, uno de mis primeros pensamientos cuando llegué a Japón fue "madre mía, la que podría armar aquí un español con algo de mala leche".


Eso sí, los dependientes japoneses son la gente más solícita del universo. Nunca les verás con cara de "mira el pringao éste", ni te intentarán engañar en el precio, ni se sentirán superiores a ti por saber más que tú sobre modems o móviles. No, los japoneses son maleducados por razones diferentes, más concretamente por intentar ser demasiado educados. Por ejemplo, uno se acerca a un tendero, y le pregunta en perfecto japonés si tienen X. El tendero puede tener dos reacciones diferentes: la primera, normal en distritos comerciales, donde están acostumbrados los turistas, es atenderte de forma normal. La segunda, normal en todas los demás tiendas, es decirte "espere un momento, por favor" y correr a buscar a alguien que sepa inglés. A pesar de que tú le has hablado en japonés. ¿Qué queréis que os diga? Nos tienen miedo.

Humor: caluroso. Un juego: Perfect Cherry Blossom.

martes, 11 de agosto de 2009

Tema 2: la moda

Esto es lo que mucha gente asocia con Japón nada más verlo en la tele, pero creedme: lo que se muestra no hace justicia a lo que es en realidad. Antes de empezar, dejadme decir algo: Tokyo no es Japón. Se puede decir de todos los países: Madrid no es España, Praga no es la República Checa, Londres no es Inglaterra, pero por encima de todo, Tokyo no es Japón. Tokyo es una amalgama de culturas tan densa que es imposible discernir la original, un bombardeo de información tan brutal (y a menudo contradictoria) que a veces doy gracias por no conocer el idioma lo suficiente como para entender todo lo que me dicen. Dicho esto, cualquiera que visite Tokyo sabe lo que es Shibuya: un barrio, en la zona sudoeste de Tokyo, en el que las tiendas de ropa y moda abundan casi tanto como la gente que luce dicha moda. Cualquiera que se ponga delante del famoso cruce de Shibuya durante algunos minutos verá pasar gente vestida de las formas más extrañas, a menudo de camino a alguna tienda para comprarse ropa nueva aún más extravagante. Ojo, no estoy hablando del cosplay, ni de las "Gothic Lolitas". Hablo de gente normal, que cree estar vistiendo de forma normal. Hablo de grandes bolsos dorados llevados por hombres, hablo de mujeres que se pasan trayectos de tren de 45 minutos de duración maquillándose ante un espejito y atusándose el pelo, hablo de hombres con varios anillos en todos y cada dedo, y de mujeres con móviles tan recargados de colgantes que necesitan mochilas para llevarlos. La ropa es un hobby, como cualquier otro, pero hay gente que lo lleva a extremos muy, muy excesivos.




Una vez que sales de Tokyo es más difícil encontrarse con gente así, pero la influencia de Tokyo es grande. Mucha gente de Japón ve a los Tokyotas (¿se dice así?) como el no-va-más de lo "cool", así que intentan imitarlos en lo posible. La ventaja es que en Osaka esta gente destaca tanto (y encima van en grupos) que es difícil no darse cuenta cuando aparecen. La desventaja es que, rodeados de gente normal, parecen aún más ridículos, al menos a los ojos de un extranjero.

A pesar de todo lo que he visto, a día de hoy aún me choca ver algunas de las "modas" que pululan por aquí. Aún recuerdo a un tipo que vi en un tren mientras vivía en Tokyo. El chaval, de unos 17 años, entró en el metro vestido en plan macarrilla, con pelo pincho, anillazos en los dedos, uñas (muy mal) pintadas de negro solo en la mano derecha, y pendientes diferentes en cada oreja, a cual más horrible. Y zapatillas de deporte. Y la chaqueta del colegio en una bolsa de papel, la saca en medio del metro y se la pone mientras se quita uno de los pendientes (el otro no) y se alisa el pelo. Ya está, listo para ir al cole. Encantador.

Humor: relajado. Una película japonesa: Detective Conan 10: El réquiem de los detectives (comprada en edición especial y vista durante la cena).

lunes, 27 de julio de 2009

Fuji-chan ni nobotta

Es necesario un pequeño inciso en esta serie de posts sobre el Japón cotidiano para hablar del monte Fuji, la montaña más alta de Japón, un volcán apagado de algo más de 3700m, y el último destino de mis viajes por este país. Sí, me he llegado a la cima de un volcán. Sí, estoy como un cencerro. Como si no lo supierais ya.

El sábado por la mañana, en la estación de Shinjuku de Tokyo, nos reunimos un grupo de Vulcanus listos para subir la montañita en cuestión. El plan era llegarnos en bus hasta la 5ª estación (a unos 2000m de altura), comer y habituarnos a la altura durante un par de horas, y luego echar a andar por el más corto de los 4 caminos que llevan a la cima, despacio y sin prisas, durante toda la tarde y parte de la noche, descansando en alguno de los refugios de la montaña, a fin de poder ver amanecer desde lo alto del Fuji. Después bajaríamos por otro camino diferente, para ver paisajes nuevos, hasta la misma altura a la que empezamos, cogeríamos un bus de vuelta y a dormir durante una semana.





Los planes nunca salen bien, a pesar de lo que dice Anibal en "El Equipo A": tras hacerse de noche, y justo mientras estábamos haciendo el segmento más largo entre estaciones (el trayecto entre la 6ª y la 7ª, de una hora de duración con buen tiempo) se nos puso a llover. No era una lluvia fuerte, sino más bien un calabobos, pero fastidiaba, y mucho, tanto por el frío como por la ropa mojada (sí, llevábamos chubasqueros, pero lo mismo daba). A mí, en particular, me fastidió más de la cuenta porque la lluvia me mojaba las gafas, y los que me conozcáis sabréis que yo sin gafas veo menos que Paco Leches. Total, que hartos de lluvia y con bastante frío llegamos a la 7ª estación, y cuando pedimos refugio nos dicen que está lleno y que no podemos pasar. Aquí podría ponerme a hablar del racismo en Japón, de la falta de hospitalidad, ponerlos de vuelta y media... pero no lo haré, porque creo que si a un español al cargo de un refugio a medio camino de subir el Teide se le presenta a las 9 de la noche un grupo de 13 marroquíes pidiendo refugio hablando un español macarrónico, también los mandaría a paseo, llueva, truene o avalanchée.

Total, que al cabo de una hora (igual dos, no llevaba muy bien el tiempo en ese momento) por fin nos dejan pasar, nos cobran 6000 yenes y nos dan un saco de dormir y ropa seca para pasar la noche. Muchos no pegamos ojo, claro, pero al menos estábamos a resguardo de la lluvia. A las 4:30 amanece, y nos echan del refugio, junto a todos los demás que había allí durmiendo. Cabreos varios entre el personal porque no sabemos dónde diantres han dejado nuestras cosas (mochilas, zapatos, todo cambiado de sitio) y además han metido toda nuestra ropa mojada en bolsas de plástico. En fin, salimos con muy mala uva del refugio y nos relajamos viendo el amanecer. No es el que queríamos ver, pero se acepta.




Cuando empieza a calentar un poco más comenzamos a subir. Sí, aún nos quedaban ganas de llegar arriba, y el hecho de que no hubiera visos de lluvia animaba a hacerlo. Por suerte, el amigo Fuji ya había terminado de soltarlo todo, y llegamos sin mayor novedad a la cima. Hora de desayunar: ramen caliente, zumo de naranja, y p'alante.








A partir de aquí, no queda mucho que decir. Bordeamos el cráter ligeramente para llegar al camino que usaríamos para bajar, descansamos un buen rato, y nos encaminamos hacia abajo, con el monte Fuji conquistado. Eso sí, la bajada fue infinitamente más fácil que la subida: nos pasamos el rato hablando, riendo y cantando... bueno, lo de cantar sólo lo hacía yo, pero me da igual, también cuenta.






Humor: asombrado, casi no tengo agujetas. La dieta del azúcar es lo que tiene. Una canción: "Cántame", de María del Monte. En lo alto de la montaña se hacía necesario algo español.

viernes, 24 de julio de 2009

Tema 1: El trabajo

Por supuesto, cada compañía es diferente. Las hay muy europeas (incluso llevadas por europeos), las hay normalitas (tipo gran empresa española), y luego hay otras como la mía, muy tradicionales. ¿Que qué quiero decir con "tradicional"? Para empezar, los uniformes. Todo el mundo va vestido de igual forma, jefes incluidos. ¿La razón? Que todo el mundo se sienta integrado, parte del equipo. Sin embargo, el hecho de que todos los jefes se sienten en línea, en un lado de la habitación, y con sus mesas apuntando al resto del personal, como que se carga la imagen de igualdad. Además de eso, las empresas tienen ciertas políticas muy estrictas, desde la hora y el tiempo designado para comer (en el comedor de la empresa, por supuesto) hasta qué ventanas se pueden abrir y cuáles no.

Los departamentos tienen poca o ninguna opinión acerca de cómo se deben regir, el director simplemente sigue los pasos de su predecesor. Y algunos de esos pasos son especialmente curiosos. En mi departamento, por ejemplo, hay un programa para fomentar la comunicación entre los empleados. Lógicamente, por estar tan jerarquizados como están (y tan ocupados, todo hay que decirlo), casi no hablan en el trabajo, e incluso en la hora de comer se habla poco y las risas son casi siempre forzadas, pero alguien decidió en su día que hay que comunicarse, así que todas las semanas, alguien del departamento se pone delante de todos los demás y cuenta "algo que le haya ocurrido". A veces es algo realmente interesante, como una vez que el hijo de uno pasó una gripe fortísima, o cuando alguien fue a un parque de atracciones o a un viaje, pero dado que casi no se conocen entre ellos, muchas veces el interesado simplemente habla del trabajo que está haciendo en la empresa. Sí, lo sé, es muy triste.

Otro detalle de las empresas tradicionales es el Taiso, que viene a ser una pequeña tabla de estiramientos que se hacen con música de fondo. No es mala idea, pero hay un par de cosas que lo hacen odioso. Para empezar, se hace todos los días a la misma hora, normalmente a la entrada del trabajo, quieras o no. Para seguir, algunas compañías (sí, la mía entre ellas) lo hace varias veces al día, a las mismas horas. Para terminar, siempre usan la misma música y hacen los mismos ejercicios. Pensad lo que es eso: todos los días, a las 9:00, las 10:30 y las 13:30, suenan los cuartos del Big Ben, una voz anónima te dice "Hoy también, todo el mundo a hacer Taiso para estar sanos", y empieza a sonar una musiquilla estridente durante 3 minutos. Y eso no es todo. La música es la misma en todo Japón. Sí, efectivamente, podéis ir a cualquier empresa japonesa en la que se haga Taiso, y la grabación es la misma. Ah, y a veces, tras el Taiso, se oye por megafonía un anuncio sobre algo, que puede ser la política de limpieza de la empresa, un anuncio sobre buena educación (ya os hablaré de esto otro día) o un anuncio sobre el siguiente partido de voleibol de la empresa. Y, cuando el anuncio se tiene que repetir durante varios días, o incluso cada día durante varias semanas, no lo graban: la misma mujer lo lee todos los días, en el mismo tono y con las mismas palabras. Os lo juro, creía que era una grabación hasta que un día se le trabó la lengua.



Humor: expectante. Un deporte nacional: subir el monte Fuji.

miércoles, 22 de julio de 2009

...y por eso no soy de letras

Bueno, debido a un comentario de un compañero Vulcanus, que ha amenazado con estrangularme (y con razón) por mi ignorancia en historia japonesa, he hecho algunas investigaciones y he corregido mi último post, haciendolo algo más exacto. Sin duda seguirá teniendo errores, pero eso es lo que pasa cuando alguien que no tiene ni idea de historia decide escribir sobre historia. Si alguien más cree que he cometido algún error, que sepa que, casi con total seguridad, tiene razón, y si me lo indica será corregido. Prometo no volver a escribir sobre historia nunca más, en serio.

Humor: investigador. Una serie: "Shogun".

jueves, 16 de julio de 2009

Prólogo: un poco de historia (actualizado)

Lo siento, pero es necesario para entender lo que sigue. Prometo resumir mucho. Bueno, no sé si sabéis que Japón es un país que, durante muchos años, ha tenido poco o ningún contacto con otros países. Para empezar, es una isla, y hace tiempo era difícil viajar a y desde Japón. Además, Japón no es que haya sido un modelo de buena conducta con sus países vecinos: ha intentado invadir, con más o menos éxito, China, Corea, Vietnam y nosecuántos sitios más. La razón es obvia: los japoneses son muchos y no caben. Pero el caso es que no se llevaban muy bien con sus vecinos, y el partido que tomaron en la segunda guerra mundial terminó de dejarlos en mal lugar. Precisamente por eso, tras la segunda guerra el país cerró sus fronteras, y no tuvo contacto (oficial) con nadie de fuera durante muchos años. Pensad en ello. ¿Creéis que los españoles soportarían vivir sin noticias del extranjero, sin poder salir de sus fronteras, sin saber nada del mundo exterior, durante varios años? Además, Japón estuvo aislado del exterior (salvo algunos mercaderes holandeses que quedaron recluídos en Nagasaki) durante algo más de 200 años. El objetivo original era evitar la entrada de los jesuítas en el país, pero la consecuencia práctica fue que el país estuvo, de hecho, completamente aislado del exterior desde 1641 hasta 1853: nadie podía entrar o salir del país, bajo pena de muerte. Como nota curiosa, parece ser que un capitán español le comentó a un señor feudal japonés que España se valía de los sacerdotes para sus conquistas. De ser cierto, podríamos echarle al culpa a España del aislamiento de Japón... mejor no comentarle esto a mis compañeros de trabajo, por si acaso.

Para evitar revueltas Tras la segunda guerra mundial, el gobierno japonés hizo una reforma en la educación que básicamente venía a enseñar a los niños dos cosas muy concretas: que Japón es el mejor país del mundo (y por tanto podemos ignorar al resto), y que ningún japonés es mejor que otro. Esto choca un poco con la mentalidad japonesa, muy jerarquizada (mi padre, mi jefe, incluso mi vecino que me saca 5 años son superiores a mí, por una u otra razón). Vale, choca mucho. Muchísimo. De hecho, son pensamientos totalmente opuestos. El resultado es que el japonés medio vive en constante lucha mental por tener un cierto nivel de individualidad, por ejemplo comprando ropa especial, colgantes para el móvil, y cualquier otra cosa que le haga destacar en la multitud, pero mientras tanto es bombardeado por la sensación de que el sistema "comunista" (todos iguales bajo el mando de uno) es el correcto. Ésta es sólo una de las muchísimas contradicciones que llevan los japoneses en la cabeza.


En la práctica, esto lleva a cambios muy bruscos de mentalidad. Por ejemplo, los adolescentes japoneses son rebeldes, inconformistas y adictos a la juerga (como en todas partes). Sin embargo, a los 18 años el japonés debe ponerse a trabajar (o entrar en una universidad, que es dificilísimo en Japón), porque no hacerlo es una deshonra para su familia (no es broma). En cuanto entra en su empresa, la sensación de estar rodeado de superiores se impone, y no importa lo rebelde que fuera, se convierte en un corderito nada más entrar por la puerta. Le llevará varios años de trabajo poder adquirir suficiente confianza con sus compañeros para poder tratarlos como iguales, si es que lo consigue alguna vez.

Espero no haberos aburrido mucho. A partir del próximo post, comenzamos con temas concretos del día a día de un japonés.

Humor: con prisas. Un juego: "Streets of Rage Remake".

PS: Ayer me gasté 25000 yenes en mandar cosas a España, y aún me falta la mitad. Realmente creo que he comprado demasiado...

martes, 7 de julio de 2009

El comienzo del final

Bueno, dentro de poco tiempo me vuelvo por fin a España. Va quedando cada vez menos que decir en el blog, pero aún quedan unas cuantas cosas de las que quiero hablar. Hasta ahora habéis leído mi opinión sobre Japón como país: qué cosas tiene, qué es bonito, qué es raro, qué me gusta y, en general, qué he hecho. Los que me conocéis de hace tiempo sabéis que yo, cuando voy a algún sitio nuevo (país nuevo, ciudad nueva, cine nuevo, da lo mismo), no solo miro. Yo analizo. Y analizo, sobre todo, a la gente, porque hay pocas cosas más interesantes que analizar por ahí. No he querido hablar sobre esto hasta ahora porque alguien podría pensar "hay que ver, llevas allí unos pocos meses y ya estás despotricando de todo el mundo". Bueno, ya llevo aquí cerca de un año, así que creo que tengo un punto de vista bastante decente sobre cómo piensa esta gente. Eso sí, ya he tenido mis oportunidades para quejarme de todo lo quejable, así que en estas próximas entradas voy a intentar ser todo lo objetivo que pueda... bah, ¿a quién trato de engañar? Los voy a poner de vuelta y media ;)

Ahora en serio, durante las próximas semanas iré subiendo comentarios sobre temas como la forma de trabajar, las comidas, el idioma, la moda... temas que creo que son interesantes acerca de cómo se comportan los japoneses. Tengo ya casi todo escrito, pero si alguien tiene una especial curiosidad y quiere proponer un tema, adelante. Si da para una entrada completa, que cuente con ella. No os cortéis.

Humor: escritor. Una película: Los Inmortales.

martes, 23 de junio de 2009

Un fin de semana especial

¿Sabéis que dicen que estamos en crisis? No sé, igual no habéis oído nada del tema, pero parece que hay algunas compañías que lo están pasando mal para aguantar en plantilla a todos sus empleados. La mía, en particular, parece que tiene problemas, y hace un tiempo recortó el sueldo (y las horas de trabajo) de gran parte del personal. Que tu empresa haga esto cuando eres un empleado es un asco. Que lo haga cuando eres un becario, como yo, es genial.

¿A qué viene todo esto? Bueno, desde hace algún tiempo tengo un día libre más al mes, normalmente un lunes. El mes pasado no hice nada especial porque, siendo un desastre como soy, se me olvidó que el lunes era fiesta, y no me acordé hasta que me planté ante la puerta (cerrada) a las 9 menos 5 aquella mañana. Aprendí la lección, y este fin de semana pasado (ayer lunes incluido) lo he aprovechado para ir tachando cosas de mi "lista de chorradas que quiero hacer en Japón antes de volverme a la España". Y como, aparte de estos pequeños placeres, mi vida es muy rutinaria, os lo voy a contar.

El sábado me fui a un pueblo del NW de Osaka, llamado Minoo, en el que hay un parque natural con cascadas, un río, muchos árboles, un museo de insectos... en fin, el sueño de cualquier loco de lo verde como yo (excepto lo del museo de insectos, reconozco que eso es una rareza mía). Versión corta: me encantó. Versión larga: acabé reventado y no me sentía los pies, pero si miráis las fotos, veréis por qué que me encantó.





El domingo me fui a otro pueblo, Sakai, esta vez al SW de Osaka, donde esperaba poder visitar el mausoleo del emperador Nintoku, el supuesto 16º emperador de Japón. Gran desilusión: el mausoleo es una isla rodeada por varios fosos, y no se puede llegar hasta ella. En fin, me saqué la foto obligatoria y me di un paseo por el parque de enfrente, donde hay más tumbas similares en islas (aunque más pequeñas) antes de volverme a Osaka y completar un poco más mi colección de libros que no sé dónde voy a poner cuando vuelva.



Ayer, por fin, me marché a Kyoto, en plan peregrinaje. Los que me conozcáis aunque sea un poco sabréis que me apasionan los videojuegos. Estoy en Japón, así que ¿esperabais que no me pasara por aquí, aunque solo fuera para que los guardias me echaran amablemente?


Me pasé por delante de las oficinas principales y del edificio de I+D, pero hubo algo que me quedé con ganas de ver: el emplazamiento del edificio original de Nintendo, donde empezaron como una fábrica de naipes (para los que no lo sepan, no es broma: Nintendo empezó fabricando barajas de Hanafuda). Mala suerte: no logré encontrarlo, no sé si porque ya no está o porque me equivoqué de sitio. La verdad es que se lo podría haber preguntado a los guardias de la oficina principal, pero se me pasó. ¿Qué le vamos a hacer?

Humor: tachando cosas de la lista alegremente. Un juego clásico: Pacman.

lunes, 8 de junio de 2009

Shitteru? Shikoku he itta

Bueno, ya he vuelto. Otra vez. Para variar, he tenido un parón de escritura, por la simple razón de que no había nada que decir: en la empresa siguen sin darme trabajo (al menos nada que yo considere trabajo), no he hecho ningún viaje digno de mención, y mi vida ha sido muy rutinaria en general. Gran parte del parón de actividad los fines de semana se ha debido al ya infame "brote de gripe", que se ha cebado con Japón de una forma espectacular, y muy especialmente con Kansai, la zona en la que vivo. Por suerte, no he pillado ni un catarro, pero ha habido muy pocas ganas de salir y juntarse con el resto del mundo durante estos días. Pero bueno, eso se acabó, y ayer mismo volví de una nueva escapada, una que llevaba planeando ya algún tiempo: Shikoku, una de las 4 islas principales de Japón, ha tenido el honor de recibirme.


El plan era salir de Osaka el sábado por la mañana, llegarme a Naruto en bus y visitar los famosos remolinos que se forman allí. Para los que no lo sepan, Naruto es una zona junto a un estrecho en el que se forman, de forma natural, dos grandes remolinos cuando la marea sube o baja. Cuando Rocío y yo (los dos únicos que al final nos apuntamos al viaje) llegamos allí nos rendimos a la evidencia de que ver los remolinos por la mañana iba a ser imposible, porque ya llegábamos tarde, así que nos esperamos a ver el de la tarde. Unos cuantos paseos por la playa y una buena comida de pescado después nos metimos en un pasillo con ventanas en el suelo desde el que, en teoría, se podían ver los remolinos. Gran decepción: el remolino se formaba a unos 100m de distancia, así que solo lo vimos a lo lejos. Al parecer, la única manera correcta de ver los remolinos es comprar un billete para un barco que se acerca, pero ya no teníamos más tiempo, así que pasamos al siguiente punto del plan: irnos a Takamatsu a pasar la noche.




En Takamatsu lo que nos esperaba era un jardín y un castillo, además de una noche de sueño. Cuando llegamos a la parada de autobús nos encontramos con que había salido 10m antes, y había que esperar cerca de una hora para el siguiente, así que hicimos lo que cualquier persona lógica haría en nuestro lugar: nos echamos a andar. Total, ¿15m de bus, andando? Media hora, todo lo más.

2 horas, un anochecer y un puente sin acera más tarde, llegamos a la estación. Que estaba cerrada. De camino ya había quedado claro que llegarnos a Takamatsu (que estaba a 3 horas de tren) era ya imposible, así que nos decidimos por una ciudad cercana llamada Tokushima. En la misma estación nos encontramos con una pareja de españoles que estaban haciendo una gira intensiva de 3 meses por Japón, y que nos recomendaron un hotel en Tokushima. Media hora de bus y un registro más tarde, ya teníamos techo. Cena, una vuelta "fuera de programa" por esta bonita ciudad, ducha y a la cama... digo, futón.



El domingo volvimos al plan original: el valle de Iya, uno de los "valles perdidos de Japón" según los entendidos, idea de Rocío y probablemente el mejor destino posible para este domingo. Nada más llegar a la estación más cercana contratamos un autobús turístico para hacer una visita guiada por todo el valle, visita que nos llevó a dar un paseo en barca, a un museo, a un puente hecho de lianas y al Manneken-pis japonés, entre otros sitios.






Sigo pensando en nuevos viajes que hacer, pero ya veremos, porque la gente cada vez tiene menos tiempo y menos dinero, y no hay muchos viajes que me apetezca hacer yo solo. Os mantendré informados.

Humor: Muy, muy satisfecho. Una canción: "Die Hard", de Guyz Nite.

sábado, 16 de mayo de 2009

Segunda parte

Bueno, sigamos con el viaje de la Semana Dorada, que aún me queda la vuelta. Después de visitar Hiroshima y pasar una buena noche de sueño, reposé el desayuno viendo algunas zonas más de Hiroshima, y luego me metí en el tren que me llevaría a Onomichi, mi siguiente destino. Allí, lo más interesante es una cosa llamada "El camino de la literatura", que consiste simplemente en una serie de piedras con escrituras clásicas japonesas grabadas. Claro, algo así no puede ser muy interesante, pero echemos un vistazo...



Está claro que a esta gente le gusta eso de subir y bajar de sitios. En fin, por si el día anterior no había sido ya agotador, éste terminó de destrozarme las piernas. Pero, una vez más, mereció la pena.


Tras este agradable paseo, un corto trayecto en tren me llevó a Okayama, otra zona montañosa con fama de ser bonita. Por suerte, lo único que me interesaba de esta parte de Japón era el castillo y un parque que tiene delante. Es uno de esos parques en los que hay que pagar para entrar, pero no es demasiado caro, y es un lugar magnífico en el que pasar la tarde.




La vuelta a Osaka, en tren, larga y silenciosa. Bueno, no tan larga, solo unas 3 horas, pero cansado como estaba, casi me quedo roque. Y el día siguiente, a Kyoto, a seguir haciendo el turista. Pero eso es otra historia...

Humor: relajado. Un cuento: La leyenda de Momotarou.